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La historia de Destino Maya

  • bbonduel
  • 17 mar 2021
  • 3 Min. de lectura

Allá por el 2017 me encontraba yo en paro, única vez en 17 años de cotización y debido a una reducción de jornada mal encajada por la empresa donde trabajaba aunada a la crisis; pero esa es otra historia que amerita uno o más posts para sí misma. El paro fue un provechoso impasse para poder criar a mis "marmotas" de entonces uno y tres años, y para emprender Destino Maya.


Destino Maya nació cuando descubrí que en mi país, Guatemala, se estaban creando complementos de moda que utilizaban el colorido y los bordados indígenas tradicionales en diseños modernos, particularmente calzado y bolsos. La belleza de estos complementos me cautivó, y más aún la creatividad, casi artística, y el hecho de que su confección fuese tan artesanal también, a pesar de su modernidad.


En mi viaje anual a mi tierra, me hice con un lote de preciosos productos con el cometido de intentar distribuirlos para su venta en tiendas y participar en mercadillos de moda chic. Hay que precisar que traje ese primer "cargamentillo" como contrabando. Y si, tuve un cierto éxito, participé en mercadillos en Claudio Coello, La Moraleja, y Velázquez y en verano en la Costa Brava Fashion week de Sant Antoni de Calonge...


Una fashion scout me invitó a que los preciosos zapatos de la diseñadora Karim Corzo desfilaran junto a diseños de Lola Casademunt en la pasarela 080 de Barcelona; conseguí que una boutique del barrio de Sant Gervasi en Barcelona, Salama by Sylvia, los distribuyera y que una pequeña pero coqueta tienda llamada Chal y cia en la calle Conde de Aranda de Madrid lo hiciera también.


Trabajaba en Destino Maya hasta altas horas después de recoger casa, distribuir bebés, ir a jugar con ellos al parque y cocinar; pero parecía que el trabajo iba dando sus frutos y que la inversión inicial se iba recuperando.


Entonces el stock bajó y llegó el momento de traer un nuevo cargamento, más opciones de tallas, productos "estrella", acotar la selección y avanzar con eso. Fue entonces cuando el sueño empezó a enturbiarse. Traer los productos de forma legal no era tan ventajoso e incrementaba los costes. A pesar de estar confeccionados con tejidos artesanales, no se trataba de productos de artesanía, por ende la tributación aduanera era muy elevada.


Contemplé alternativas, traer los tejidos desde Guatemala y confeccionar aquí, en particular los bellísimos zapatos diseñados por Karim Corzo que estaban teniendo tan buena acogida, hice una excursión por Elche callejeando hasta dar con las fábricas de calzado, contacté con productores en la Rioja y en Portugal...pero en este caso lo que hacía falta era una gran inversión económica pues producir menos de mil pares de zapatos no era rentable. En fin, me hice un curso de emprendimiento y marketing sin pisar ninguna escuela de negocios, pero allí quedó. Mis dos años de subvención por desempleo estaban por llegar a su fin...pero seguía habiendo dos boquitas que alimentar, un alquiler...y pedir un cuantioso préstamo ante la incertidumbre de cuán rentable podía ser el negocio suponía un vértigo inasumible.


He estado triste mucho tiempo por mi proyecto truncado, y relatarlo está siendo terapéutico.


Rescato que en el camino me crucé con gente espléndidamente creativa, Karim, a quien ya he mencionado, el esteta Augusto Castillo, Raquel y sus bolsos-joya Scalo y mi paisaja exiliada en Zaragoza Silvana, con su precioso proyecto de complementos sostenibles Bughambilia. Con la pandemia muchos de estos negocios se han visto afectados, pero estoy segura de que todos ellos, como yo, sabrán reinventarse y potenciar sus fortalezas creativas. Es difícil ser autónomo, muchísimo más en el despiadado mundo de la moda (igual o más despiadado que el del arte....by the way...), pero quitarse el miedo y trabajar duro en nuestras ideas sigo creyendo que puede dar sus frutos. Habrá que ver...







 
 
 

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