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Arteterapia

  • bbonduel
  • 3 mar 2021
  • 3 Min. de lectura

Tras años de estar interesada en el tema, me he decidido a tener un primer contacto con el arteterapia a través del taller virtual Lo esencial es invisible: recursos de arteterapia con niños en el Centro de estudios de arteterapia Metàfora.


El taller ha sido un excelente primer contacto con la arteterapia, y me encuentro ahora mismo a punto de terminarlo, y planteándome si profundizar más allá o no.


Me ha sorprendido cómo las herramientas utilizadas no pasan obligatoriamente por el uso de material plástico, sino mucho, y principalmente, por el juego. El juego infantil es uno de mis temas preferidos, para empezar, porque yo soy una persona que juega; juguetona digamos, que además, tiene hijos que aún juegan; y cuando digo juegan es porque juegan en el sentido más puro: el de coger un objeto y personificarlo, sin mediación de pantallas u elementos más sofisticados/modernos.


También creo en el poder relajante del juego, en su poder de servir a la distracción y evasión y en su cualidad de convertirse en reflejo de aquello que nos interesa o preocupa. Por supuesto no desdeño el poder terapéutico de la plasmación de los sentimientos; pero tal como han explicado en el taller, el dibujo o la pintura vienen en ocasiones acompañados de una "angustia por el desempeño o autocrítica/comparación con...." y eso les hace herramientas que no son adecuadas para todo el mundo.


Mi experiencia dando talleres de arte a niños, hace algunos años ya, ha sido que si bien muchos dibujaban, muchos preferían bailar, yo acompañaba mis clases con el entonces incipiente raeggaetton de la Cripta.


Cierro el post con un relato que escribí sobre un día muy especial en mis talleres de pintura de LaAlvaca, en San Andrés Cholula, Puebla, México. Fue una especie de acción performática para mi, a la vez que un ritual de expiación y renovación tras la muerte de mi adoradísima abuela materna. Vamos, arteterapia....


Amor, un día me vas a explicar eso del Nintendo 64*


Decidí llevarles todos los juguetes que tenía guardados a los niños de San Andrés Cholula. Eran más juguetes que niños. Eran peluches. Jugaron durante dos horas. Los filmé mientras jugaban. Les quité los juguetes. Me los llevé. Los quemé. A la siguiente clase jugaron igual que el día anterior, pero sin los juguetes. Eran solo niños, jugando. No los filmé. Jugaron.


“Maestra me hice un disfraz con todo lo que encontré en el jardín, me vestí de Dragon Ball. Mire.” Tomás se había hecho un traje de hojas, de palitos, de pastos de varios colores, había amarrado rocas con el pasto seco para hacer una cola dinosáurica, tenía cuernos amarrados a su pelo con tallos de flores amarillas de las que ponen en las tumbas de pueblo, se hizo una capa trenzando pasto verde con tallos amarillentos y húmedos.


Poco a poco fueron llegando, convergieron en la fuente central del parque donde yo los esperaba con una camarita desechable para eternizar este juego teatral que ellos mismos habían ideado.


“Yo soy una princesa, la princesa Leah” Anita me lo dijo con ojos llorosos, posando para la cámara subida en un árbol, con dos flores rosadas a cada lado de su cabecita, con botones de flor unidos con tallos que sostenían una bolsa de plástico transparente pero con el emblema de la Pepsi; era su capa.


“Soy Digimon” Simón con una caja de cartón de la que salían unas hojas grandes, verdosas y café, formando una especie de plumaje de ave informe y construida.

“Una reina” Corona de florecitas amarillas y secas, pajitas con pasto adentro que se unían a más flores haciendo un collar de perlas anudado.


Cada uno asumió su papel, en ese teatro verde y seco del parque. Eran personajes que no sólo se habían creado a sí sino que se entretenían inmensamente en jugar a serse. Uno saltaba de un árbol, la fuente era un océano, la otra sentada en un trono que era la banca mal pintada del parque; corrían alrededor de un océano, cada árbol era casa, castillo, guarida, fuerte. Cada cerca dividía países distintos, planetas inventados, gritaban incesantes sus nombres adquiridos, dejaban a su paso hojas, tallos de plantas, flores de muerto de pueblo, risas, gritos, bolsas plásticas con el logo de la Pepsi...


Los vi jugar, les tomé fotos, luego se las di e hicieron un collage.

_

*El título era una contradicción, por Amor me dirigía a mi hermano pequeño, que entonces era muy proclive a los videojuegos.


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Sharon, juguete sobre scanner



 
 
 

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